El alma se
serena
e inunda de sosiego y paz
no usada,
dentista, cuando
sanas
la muela muy
picada
con vuestra hábil
mano y adiestrada.
Con semejante
acierto,
la mente que hasta ahora
estaba ida
torna a cobrar
concierto
y alegría
perdida
y se siente bastante
agradecida.
Entonces
reconoce
que en suerte y
pensamientos se mejora:
La gente
desconoce
que el sillón
dental ahora
no es dolor ni vileza
engañadora.
Ya piensa bien en
todo
hasta llegar a
convicción certera,
descubre allí otro
modo
de empastarse las
muelas:
único, sin pavor y
sin que duela.
Ve como el buen
maestro
a aquesta inmensa caries
aplicado
con movimiento
diestro
produce el fin
sagrado:
Que no duela esa muela que
ha curado.
Y como está
empastada
y dentro de la boca hay
alegría
por quedar bien
tapada,
entre ambas a
porfía
se mezcla una
dulcísima harmonía.
Aquí el alma
camina
por un mar de dulzura, y
finalmente
dormida en él
termina,
pues ahí
ningún diente
picado o con dolor se nota
o siente.
¡Oh momento
apacible!
¡Oh manos que dais
vida!, ¡oh dulce olvido!
parece
increible,
y se lo que me
digo,
que no me acuerde ya de lo
vivido.
A este bien os
llamo,
cima y luz en el mundo del
dentista,
amigos a quien
amo
entre toda la
lista,
que existe aquí un
completo y gran artista.
¡Oh, suene
permanente
dentista, vuestro torno en
mis oídos;
tranquilidad y temple
produce en mis
sentidos
que queden al dolor
adormecidos!
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